Violencia en las relaciones íntimas.

Una perspectiva crítica

José Navarro Góngora

Editorial Herder, 2015; 421 páginas



Alicia Carballal Fernández

PIR 3, Área Sanitaria A Coruña


El libro “Violencia en las relaciones íntimas” escrito por José Navarro Góngora es el resultado de la amplia experiencia clínica e investigadora del autor en el trabajo con parejas y familias. Desde una perspectiva con profundas raíces en la terapia familiar sistémica la obra hace un recorrido pormenorizado a través de la experiencia del maltrato en el contexto familiar a partir de historias clínicas reales de víctimas, víctimarios e hijos de ambos, testigos directos o indirectos de los hechos violentos.

A continuación reseñaré brevemente, capítulo por capítulo, las ideas principales que se recogen en la obra:


José Navarro inicia el primer capítulo con una reflexión sobre los diferentes tipos de violencia. Así, aunque hable de violencias plurales, en el ámbito familiar diferencia principalmente entre dos: la violencia situacional y la cohercitiva. La primera es estrictamente simétrica entre hombres y mujeres y se produce cuando ambos se reparten al cincuenta por ciento las agresiones. Por su parte, el control cohercitivo, es un tipo de violencia crónica ejercido por los hombres hacia las mujeres, que implica una experiencia de miedo y sumisión como consecuencia de la violencia física y suele ser una de las situaciones que clínicamente pueden demandar nuestra atención como profesionales en salud mental.


Navarro, desgrana y explica cada una de las fases del proceso cohercitivo en la víctima , que pasa de la ambivalencia a la minimización de la violencia, distanciamiento emocional, falta de confianza en el propio criterio, terror, depresión, desamor, 

indefensión y termina en una cierta confianza que en ocasiones permite a la víctima construir una nueva identidad.


El abordaje de la violencia psicológica y emocional es el tema que desarrolla el autor en el capítulo dos. Comienza el epígrafe aludiendo a que en más del 99% de los casos en los que se producen agresiones físicas se da también violencia psicológica y que el 72% de las víctimas la consideran peor que la física. El autor en este capítulo explica los objetivos y tipos de abusos emocionales (v. gr. distancia emocional, deterioro del self, miedo y sumisión, restricción de la autonomía personal); los tipos de estrategias que utiliza el victimario para conseguir sus objetivos (v.gr. insultos, culpabilización, negación, amenazas) y realiza un minucioso análisis de los contextos relacionados con la violencia emocional relacionados éstos con la premeditación, sofiscicación y constancia en la intención de hacer daño. Por último, la obra se centra en las tipologías de los violentos emocionales, destacando el narcisismo como elemento común a todos ellos; las consecuencias del acoso: afectivas, cognitivas, físicas, sociales, globales y efectos de resiliencia; y en las estrategias a poner en marcha para poner fin al mismo.


El capítulo tres centra su interés en la atención psicológica a las víctimas de violencia. El autor señala que la intervención con este tipo de víctimas tiene como objetivo principal salvar vidas, en el sentido más literal de la palabra, por lo que el profesional de salud mental no será el único interlocutor, ni si quiera el más relevante, ya que muy posiblemente estarán implicados otros como el sistema judicial, escolar, trabajo social, médicos, policía, profesionales de centros de acogida o centros de menores.


Después de describir los objetivos de intervención, entre los que destaca la restitución de la confianza de la víctima en lo que siente, piensa y hace, Navarro describe dos tipos de actuaciones: intervención en crisis e intervención en situaciones no críticas. En ambas el autor explica estrategias de actuación terapéuticas como la de la seguridad, recuperación de control, 

finalización de la violencia (que no tiene que significar el fin de la relación), elaboración de traumas y psicoeducación sobre la violencia y sus efectos. Por último, hace mención a la intervención grupal que puede hacerse conjuntamente o no con la individual y/o como grupo de apoyo.


La seguridad familiar y los hijos testigos de la violencia son los temas a desarrollar en el capítulo cuatro. En este epígrafe se describe un procedimiento para trabajar la seguridad familiar en contextos violentos creado por Arlene Vetere y por Jan Cooper en el Reading Safer Families Project en el año 2005. Para ello, a lo largo de seis entrevistas, valiéndose de contratos de no violencia, del tiempo fuera, de informes de terceros y la deconstrucción del discurso de violencia, los autores tratan de procurar los elementos básicos en los que se sustenta la seguridad familiar: la asunción de responsabilidad por aquel que lleva a cabo conductas que causan daño a otras personas y el derecho propio de vivir sin el miedo a ser violentado.


La intervención con hijos testigos de violencia es otro de los temas centrales del capítulo cuarto. El autor, describe los efectos negativos de la exposición a la violencia en el hogar (v. gr. síntomas somáticos, pérdida de interés en actividades, hiperactividad, bloqueo emocional, juegos repetitivos) y desarrolla diferentes estrategias de trabajo terapéutico con menores en función de su franja de edad que se centran principalmente en la creación de espacios y relaciones seguras que permitan la exploración, expresión y procesamiento de sentimientos y experiencias traumáticas.


El capítulo cinco, seis y siete tratan la figura del victimario. Así, la construcción de la personalidad del agresor centra el quinto capítulo, donde el autor intenta dar respuesta a cómo se llega a la violencia en una relación de pareja y cómo experimenta ésta el agresor. Navarro señala que los agresores no son un grupo homogéneo, sino que que diferencia tipologías: los violentos sólo en familia, los borderline y los violentos antisociales. El 

comportamiento violento de estos dos últimos tipos es conceptualizado en esta obra desde la teoría del apego. Así, se relaciona al victimario borderline y antisocial con un apego inseguro, que explica pero que no justifica el uso de la violencia ya que, evidentemente, no todos los apegos inseguros derivan en comportamientos violentos en el seno familiar.


La intervención grupal con personas violentas es el tema central del capítulo seis. De hecho, este formato es el que normalmente se utiliza cuando se trabaja terapéuticamente con este tipo de población. En la obra se describe un programa de intervención grupal dividido en cuatro módulos: Habilidades (v. gr. control, relaciones, manejo de estrés, mejora de autoestima, identificación y expresión de sentimientos y cognitivas); Relaciones alternativas a la violencia; Toma de conciencia y Responsabilidad. Además, el autor pone de relevancia el papel del apoyo social como mediador del comportamiento violento ya que aporta alternativas a la resolución de conflictos, ofrece otros modelos de relación, aporta apoyo emocional e información en momentos de crisis.


En el apéndice de este capitulo se hace una interesante revisión bibliográfica sobre la eficacia de la terapia de agresores, tema que no carece de cierta controversia. Se cita el trabajo de Gondolf, quien después de siete años evaluando tratamientos en cuatro ciudades diferentes de Estados Unidos concluyó que el tratamiento psicológico de la violencia mejora si se contemplan otras medidas que no son la salud mental y que es de vital relevancia en el trabajo con este tipo de población el seguimiento riguroso de las medidas judiciales y la evaluación periódica del riesgo.


Para finalizar, Navarro Góngora junto a Estefanía Estévez López, Dra. en Psicología Social, desarrolla en el capítulo siete un tema en boga en la sociedad actual y para el que hay muy poca investigación y estadísticas oficiales: la conducta violenta de hijos adolescentes hacia sus padres. El capítulo comienza con la

conducta de abuso parental, para después centrarse en el perfil de los agresores y las víctimas, normalmente sus madres o cuidadoras. Posteriormente describen los factores de riesgo asociados al abuso parental: individuales, familiares, escolares y comunitarios, para terminar con un programa de intervención con padres de adolescentes agresores.


Un objetivo muy interesante a procurar con este tipo de intervenciones es el de la contención que se presenta como una alternativa al control: estrategia parental que normalmente ha fracasado una y otra vez y que lleva o bien a la escalada o bien a dejar al menor por imposible, lo que en un caso le enseña a ser violento y en el otro un irresponsable. Desde este tipo de programas la actitud de contener, se liga al compromiso con la función de padres, de enseñar al hijo cómo ser una persona responsable y decente. Supone dar una respuesta contundente a las conductas de abuso por parte del hijo pero preservando al mismo tiempo la relación paterno-filial ya que se transmite el mensaje de amor incondicional y de que el adolescente es ante todo valioso y competente.


Los autores apuntan que actualmente se carece de resultados concluyentes sobre la eficacia de estos tratamientos. La revisión más completa que tenemos hasta el momento fue la realizada por Caldwell y Rybroek en el año 2013, quienes señalaron los factores comunes asociados al éxito en el funcionamiento de este tipo de programas. Algunos de ellos son los que se citan a continuación: entender la conducta del adolescente dentro del contexto social en el que vive; apoyo en modelos de aprendizaje social y teoría de sistemas; la importancia de una intervención protocolaria; y cambiar patrones de interacción y no tanto modificar conductas del adolescente.


En conclusión, el libro “Violencia en las relaciones íntimas” hace un recorrido exhaustivo por la violencia en el ámbito familiar y describe al profesional de salud mental cúales son los problemas básicos de la violencia en las relaciones íntimas y 

cómo se puede intervenir en los mismos, abalado todo ello por la experiencia clínica del autor y la revisión actualizada de las intervenciones y programas que describe.