LA OTRA PSIQUIATRÍA



El poder

Presentación de las XIII Jornadas de

la Otra psiquiatría

(Valladolid, 13-14 de mayo de 2016)


José María Álvarez. Psicólogo clínico

Psicoanalista ELP-AMP

Correspondencia: alienistas@me.com


Tarde o temprano, las Jornadas de la Otra psiquiatría tenían que ocuparse del poder. Porque la relación de la psiquiatría y el poder es consustancial.


A ojo de buen cubero, una perspectiva de esta relación nos muestra tres instantáneas:


1. Un facultativo impone su poder sobre enfermo: lo ingresa, le da el alta, informa sobre su estado mental para una jubilación o una baja, toma la palabra en un Tribunal para mostrar su dictamen, etc. Se trata del poder del especialista sobre el enfermo.


2. El mismo facultativo diagnostica tal o cual enfermedad mental, autorizándose en un libro de criterios diagnósticos internacionales. Basándose en esos diagnósticos, trata enfermedades mentales. Esto resulta un tanto forzado, pues los diagnósticos y las enfermedades que nosotros tratamos están más cerca de la ciencia ficción que de las ciencias de la naturaleza. En este caso, se trata sobre el poder del saber del facultativo sobre las enfermedades y los diagnósticos.


3. Ese facultativo del que hablamos, que tiene poder sobre el enfermo y que afirma su poder sobre un supuesto saber acerca de las enfermedades y los diagnósticos, es, depende como se mire, un títere en manos de una ideología y un negocio, el cientificismo y capitalismo, que se sirven de él para ampliar el mercado y aumentar las ventas de medicamentos. Se trata, en este caso, sobre el poder del capital, apoyado en la ciencia ficción, ejercido sobre el facultativo-marioneta.


Estos aspectos indican que el poder no está polarizado en determinadas personas, instituciones, etc. Muestra también que el poder está en las relaciones, en la familia, en el trato con los próximos. Y que, cuando uno se cree con poder, en realidad, es un mero instrumento de otro poder. Hume, en el breve ensayo Del amor y el matrimonio, decía que el matrimonio es una forma de relación de poder. Los matices de las luchas de poder en el seno familiar y en la pareja están amplificados en los historiales clínicos de Freud. A este respecto, es relevante el incidente dramático del Dr. Breuer con Bertha P.


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Hoy día, no hay manera de hablar del poder sin tener en cuenta a Michel Foucault. Como nadie había hecho antes, él mostró que la relación de la psiquiatría y el poder es indisociable. Esta cuestión resulta innegable si se tiene en cuenta su tesis doctoral Historia de la locura... y el posterior curso El poder psiquiátrico (1973-74). Pero esta relación tiene muchas caras, no siempre fáciles de perfilar. Foucault afirmaba: “El poder tiene que ser analizado como algo que no funciona sino en cadena. No está nunca localizado aquí o allá, no está nunca en manos de algunos. El poder funciona, se ejercita a través de una organización reticular. (...) El poder transita transversalmente, no está quieto en los individuos”. De ahí la dificultad añadida a la hora de proponer un programa para estas Jornadas.


Desde los análisis de Foucault, el poder se asimila a una red, a  una malla entretejida de miles de fi bras. El poder se nos antoja ahora más como una microfísica que como el poder gubernativo o la soberanía que describe Hobbes con el Leviatán. Según propone Foucault en La verdad y las formas jurídicas, se trata más bien de una multiplicidad de poderes que se ejercen en la esfera social, una microfísica del poder, es decir, “una trama de poder microscópico, capilar”. Esta trama microscópica complica nuestros análisis, pero hace del poder un elemento en el que nos desenvolvemos, un medio en el que habitamos. “El poder es una capacidad y un instrumento pero, sobre todo, es un medio en el que estamos inmersos”, escribió F. Colina en El poder y las psicosis, un texto publicado en 1999.


Desde este punto de vista, las relaciones de poder se extienden a todos los dominios de nuestra experiencia. Tanto es así que, como gustaba decir a Foucault, su interés no es tanto el poder sino el sujeto. quiere esto decir que, para él, el análisis del poder es, en realidad, un modo de afrontar la cuestión del sujeto. “No es pues el poder sino el sujeto el que constituye el tema general de mis investigaciones” (Dichos y Escritos).


Ahora bien, qué nos interesa especialmente de esta trama, de estos múltiples planos superpuestos en los que se transmite el poder? Señalaré seis aspectos que interesan a los asistentes y están presentes en el programa que hemos elaborado.


1. Por una parte, saber que el poder se transmite transversalmente, que no está quieto, que nadie lo posee sin más. Este hecho está muy claro en la dialéctica del amo y el esclavo (Fenomenología del espíritu), donde Hegel pone de relieve, si lo leemos en clave de poder, cómo circula de uno a otro lado y de qué manera el esclavo posee y transmite cierto poder sobre el amo.


2. En las relaciones personales. Como recordaba antes, Hume decía que el matrimonio es una relación de poder, con lo que el poder se introduce en la intimidad y en la trastienda de la  subjetividad. A poco que se lea algo de Freud sobre la relaciones humanas, se capta perfectamente esa trama de micropoderes, sus formas sutiles de desarrollarse y transmitirse, su continuo ir y venir.


3. El poder psiquiátrico. Se trata, como se ha dicho en múltiples ocasiones, de los efectos de la liberación de las cadenas (Pinel), los cuales conllevaron al encadenamiento a la psiquiatría. “Resulta imposible saber con precisión qué quería hacer Pinel cuando decidió la liberación de los alienados. Poco importa; (...) Lo que la locura gana en precisión en su perfil científico, lo pierde en vigor en la percepción concreta. (...) Cuanto más objetiva, menos cierta es. El gesto que la libera para verificarla es, al mismo tiempo, la operación que la disemina y la oculta en todas las formas concretas de la razón” (Historia de la locura en la época clásica).


4. El poder de la retórica cientificista. Una cosa es la ciencia y otra el cientificismo, es decir, la tendencia a elevar a los cielos a las ciencias positivas y al conocimiento que se adquiere a través de ellas y con sus métodos, a los que se considera los únicos válidos para llegar a la realidad de las cosas. De esa ciencia hueca que es el cientificismo han surgido las enfermedades mentales, sus clasificaciones y la justificación de los tratamientos médicos y psicológicos, de los que se dicen que están basados en la evidencia. El prodigio de la retórica cientificista ha conseguido que la gente lo crea y lo dé por verdadero.


5. El poder de la palabra y de la transferencia. Cuando se tiene trato con locos, lo primero que se aprende es que no hay cosa más poderosa en el tratamiento que la transferencia. La cuestión peliaguda del poder de la transferencia es saber cómo usarlo. Desde luego, con la locura el saber no es ni autoritario ni impositivo. Se trata más bien del poder de la presencia y la disponibilidad, del poder de la humildad y del poder que da el no tener miedo.


6. El poder del deseo y el deseo de poder. Como se ve, las relaciones entre el poder y el deseo son también múltiples. En El poder y las psicosis (1999), Colina escribió algo que merecerá nuestra reflexión estos días: “Nada de lo que el hombre piensa, siente u obra permanece ajeno al ejercicio del poder. El deseo en general nos anima y humaniza, pero sólo bajo su dimensión de poder nos concede la conformidad interior que nos identifica. La identidad es un efecto del poder”.


El programa de las Jornadas, del que ahora os hablarán Beatriz Carrasco y Cristina Catalina, ha tenido en cuenta estos referentes, a los que he tratado de dar, con estas palabras, un cierto orden y articulación.