Tras la pista de Lacan... Sainte-Anne


Isabel Reyes de Uribe-Zorita. Psicóloga Clínica

Hospital Universitario Río Hortega. Valladolid

Correspondencia: isa_zorita@hotmail.com


Hace un tiempo tuve la oportunidad de realizar una estancia de formación en el Centro Hospitalario Sainte-Anne de París. Uno de los principales alicientes para elegir este destino fue su bagaje histórico, ligado a grandes figuras de la psiquiatría, el psicoanálisis y la filosofía. De hecho, mi estancia tuvo lugar en el Instituto de Psicoanálisis, heredero de la labor que inició Jacques Lacan tanto en el ámbito clínico como en el de la docencia. Allí se siguen realizando seminarios, presentaciones de enfermos, sesiones clínicas… en el mismo entorno que fue testigo de los inicios del joven psicoanalista.


Después de conocer el Sainte-Anne, no pude dejar de investigar su historia.


Este gran complejo hospitalario está ubicado en el distrito 14 de París, en el extremo sur de la ciudad. Sus orígenes se remontan al siglo XIII en el cual se edifica con el nombre de "Casa de la salud" (Maison de Santé) transformándose en la Sanidad Saint Marcel en el siglo XV. En ese momento fue destinado a albergar a los “enfermos contagiosos” durante la peste. En 1650 toma el nombre de Centro Hospitalario Sainte-Anne por voluntad de Ana de Austria quien hizo construir allí un hospital. El edificio, poco utilizado, acaba convirtiéndose en una explotación agrícola, la “granja Sainte-Anne”, donde venían a trabajar los alienados del asilo de Bicêtre, con una importante actividad durante unos años.


En 1863 será cuando Napoleón III lo convierte en un hospital psiquiátrico, un “asilo” creado con el propósito de convertirse en un lugar de tratamiento, de investigación y de enseñanza acerca de las enfermedades mentales. Esto sucede unos 70  años después de la aparición de la corriente Alienista que comienza con Pinel, médico jefe del hospital de Bicêtre por entonces, en 1793, quien libera a los pacientes de sus cadenas y a partir de su concepción comienza a verse al sufrimiento mental como una enfermedad, dándose importancia al psiquismo.


De hecho, en el Hospital Sainte-Anne es donde se realizan algunas de las primeras experiencias de “puertas abiertas” de París, que permiten a los pacientes tener salidas. Sin embargo, al final de los años 1930, en vísperas de la segunda guerra mundial, el clima tiende a la exclusión y los locos, acusados de ser causantes de la degeneración de la raza, son nuevamente encerrados en los asilos.


Ésta es la situación cuando un joven Jacques Lacan entra a formarse como interno en este hospital entre los años 1927 y 1931. Allí comienza la formación clínica, trabaja en el hospital de Sainte-Anne, en la segunda sección de la mujer y en la Clínica de Enfermedades Mentales y encefálicas dirigidos por el profesor Henri Claude. Posteriormente también pasará por el Servicio Especial de Enfermería de la Prefectura de Policía donde Clérambault tenía una práctica. Durante estos años coincidió en la sala de guardia con Henry Ey, uniéndoles a partir de ese momento una fuerte amistad.


Así nos lo relata Elisabeth Roudinesco en la biografía que escribe sobre el psicoanalista: «en la cafetería de la sala de guardia formaba parte, con algunos camaradas, de la aristocracia de los candidatos a la clínica. Tomaba sus comidas en la “mesa pequeña” animada por Henri Ey, donde se utilizaba el vocabulario elegante de la fenomenología, mirando con desprecio al viejo organicista de Édouard Toulouse.


(…) «A pesar de la transformación de la nosología psiquiátrica, aportada por los trabajos de Freud y de Breuer, el asilo de los años treinta se parecía todavía a ese universo carcelario 

heredado del Gran Encierro. El uniforme era obligatorio para los enfermos, se abría el correo, los objetos personales quedaban confiscados. En cuanto a las mujeres, se las inscribía bajo su nombre de soltera y perdían así su identidad acostumbrada. Los agitados corrían el riesgo de la camisa de fuerza, temible bata de una humillación ordinaria, o el baño humillante, sombrío instrumento de sudores y vértigos». (Roudinesco, 1995, p. 41)


Es en Sainte-Anne, donde se cruzarían los caminos de Lacan y de Aimée. Se trataba de un caso mediático ya que la joven enferma había atacado a una famosa actriz de la época. Lacan queda atraído por esta mujer con la que charla largamente y a la cual elige como caso principal para su tesis doctoral, De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad, publicada en 1932. Aimée ya había vivido un ingreso anterior en el mismo centro seis años antes, sin embargo, no es hasta este encuentro en 1931 que su nombre (o mejor dicho, su sobrenombre) queda unido al de Lacan y al del Sainte-Anne. Allí pasará un largo periodo de su vida, desde su ingreso después del atentado.


Caso similar fue el de Louis Althusser, el célebre pensador influido por el psicoanálisis, quien también fue detenido tras estrangular a su pareja en noviembre de 1980 y fue trasladado al hospital de Sainte-Anne, donde permaneció tras ser declarado inimputable y por tanto, irresponsable del crimen cometido. Aquejado de fuertes períodos de melancolía alternos con una exaltación intensa, había sufrido varios ingresos con anterioridad, alguno de los cuales en este mismo hospital.


Lacan y Althusser no sólo compartieron tiempo y espacio. Ambos estaban relacionados con la filosofía, con la psiquiatría y con el psicoanálisis. Aunque desde posiciones diferentes, Althusser fue un admirador del pensamiento de Lacan por el cual se vio influido, invitándole a dar su seminario en la École Normale Supérieure, una vez que Lacan fue expulsado de  Sainte-Anne en 1963.


Estos célebres seminarios a los que me he referido, Lacan comenzó a impartirlos en 1953, lo que supuso su regreso al psiquiátrico donde se inició. Los seminarios en el anfiteatro del hospital tenían lugar todos los miércoles mientras que las presentaciones de casos se realizaban los viernes.


Nuevamente dejemos que Roudinesco nos relate esta experiencia: «En el anfiteatro del hospital Sainte-Anne donde se desarrollaba cada semana su seminario, hablaba con voz sincopada, atiborrada de suspiros y de resonancias. Traía siempre algunas cuartillas cubiertas de notas y de croquis cuya función era acompañar el largo suspenso de una palabra a la vez retenida y desvelada. (…) El seminario era el lugar de una catarsis colectiva donde cada oyente podía tener la certidumbre de que el orador se dirigía a él solo. De 1953 a 1963, ese lugar fue un verdadero laboratorio de investigaciones para todos los que lo frecuentaron: filósofos, psicoanalistas, escritores. Reinó allí una atmósfera de banquete socrático que desapareció más tarde, pero cuyas huellas se encuentran en los intercambios entre el maestro y sus interlocutores: diálogos extremadamente ricos» (Roudinesco, 1995, p. 383).


Repasando la historia de Sainte-Anne, también debemos recordar a otro célebre pensador de la época, Michel Foucault, quien realizó las prácticas de sus estudios de psicología en dicho centro. Su estudio en filosofía estuvo supervisado por Louis Althusser, uniéndoles además un lazo de amistad. También pudo asistir a los seminarios impartidos por Lacan. Pero además estuvo vinculado desde un lugar bien diferente puesto que, sus accesos melancólicos y un intento de suicidio le llevaron a internar en la unidad psiquiátrica. Esta experiencia le llevó a reflexionar sobre El poder psiquiátrico que ha servido de influencia para el movimiento antipsiquiátrico.


Entre tanta celebridad del mundo “psi” no podía faltar tampoco  la parte de romance ya que este lugar también fue testigo de las citas del joven Lacan con sus dos amantes de entonces, Olesia y Marie Thérèse. También coincidió Henri Ey en sus años como residente en el hospital con la que sería su compañera sentimental durante su vida. Por lo que vemos las paredes del Sainte-Anne tienen mucha historia que contar.


Durante el periodo del paso de Lacan, tuvo lugar uno de los hechos más destacados dentro de la historia de la psicofarmacología y de la psiquiatría. En Sainte-Anne convivían por aquella época el psicoanálisis y la corriente médica. En 1952, Pierre Deniker y el jefe del servicio de hombres, Jean Delay (también fue quien atendió a Foucault tras su intento de suicidio en 1948 a petición de éste), comprueban y describen los efectos antipsicóticos de la clorpromazina, dando inicio a una verdadera revolución en el tratamiento de la psicosis. Otro de los asistentes, Jean Thuillier, testigo del momento, relata en uno de sus libros cómo se produjo este acontecimiento. Narra cómo los enfermos agitados se calmaban tras la inyección. En sus palabras:


« (…) la calma psíquica producida por el medicamento, se acompañaba de una sedación psíquica; las injurias, los sarcasmos, las palabras delirantes, absurdas disminuían de intensidad y poco a poco cedían. 


Curiosamente, la vuelta a la calma se acompañaba de una disminución de la confusión mental y de un restablecimiento normal del curso del pensamiento.» (Thuillier, 1981, pp. 116-117).


Sigue relatando:


«Todavía mejor, el nuevo medicamento manifestaba otras propiedades terapéuticas; labrándose un camino en la mente atormentada, no entraba en esta únicamente para calmar la excitación y las divagaciones del delirio, sino también para 

liberar de sus inhibiciones al enfermo ensimismado en la pasividad, la inacción, y ponerle en contacto con un mundo del que se había excluido.» (Thuillier, 1981, p. 118).


Jean Thuillier nos describe también uno de los seminarios de Lacan a los que pudo asistir en esas mismas fechas:


«Con la mirada puesta de relieve por las finas gafas montadas en oro, el pelo gris al cepillo, la pajarita con las alas bien puestas sobre el cuello de la camisa y el revés de la chaqueta de gran corte, Jacques Lacan, debía estar guapo para su auditorio; tenía que estarlo, y lo estaba.


(…) El tono, el ritmo, el encadenamiento de las frases eran sublimes, y el encanto operaba poco a poco en toda la asistencia; primero, seducida, después en éxtasis, y finalmente hechizados por el juego de un estilo mágico, de una fraseología soberbia, y por la extraordinaria paradoja de un actor que interpreta un gran papel declamando un texto fantasma. En efecto, las frases de Lacan realizaban el prodigio de estar perfectamente construidas, con todos los constituyentes lógicos del discurso pero con tantas discursivas y antonimias, que la comprensión se anulaba entre el sujeto y el atributo, el verbo y el complemento. Ante la imposibilidad de captar ni un solo enunciado, me sentí invadido por una agnosia, por una sordera verbal, al no entender nada de lo que decía el orador, y tanto más angustiado al ver al auditorio suspendido a sus labios.» (1981, pp. 129-130).


En el pasado Sainte-Anne dio muestra de cómo pueden convivir ambas corrientes, algo que deberíamos recuperar ya que una escucha subjetiva no implica ni debe confundirse con negar la biología.


Si bien, una cosa es la biología y otra bien distinta el biologicismo que resulta ser más constrictivo al depositar nuestra capacidad de actuar, pensar, sentir y casi nuestro  destino en manos de los genes, las hormonas y nuestra estructura neuroanatómica. De esta forma prácticamente anula la responsabilidad del sujeto. Responsabilidad a la que hacía alusión Louis Althusser en su obra El porvenir es largo, precisamente por haber sido declarado irresponsable del crimen que cometió. Hace referencia a ese “no ha lugar” de su sentencia para advertir del daño que se hace al despojarle al sujeto de su responsabilidad.


Recordemos que fue en Francia donde tuvo lugar una nueva forma de entender la psiquiatría, con el tratamiento moral que inició Pinel, señalando la importancia del psiquismo mental de los locos y de necesidad de cambiar la institución.


De los comienzos de Sainte-Anne como asilo, hubo muchos cambios hasta que aparecieron figuras dispuestas a escuchar y a hablar de la subjetividad. Esta evolución fue narrada por Foucault, ya mencionado con anterioridad, en su Historia de la locura en la época clásica, concluyendo que el asilo en el que se sigue manteniendo a los locos es también un régimen de autoridad. El loco está libre ahora de sus cadenas, pero está preso de la moral burguesa.


En su momento el movimiento antipsiquiátrico promovía la liberación de las cadenas y el cierre de los asilos; hoy los asilos se han convertido en unidades hospitalarias cerradas y las cadenas son de otra índole pero los que hemos tenido la suerte de formarnos en esta forma de trabajar seguimos buscando la responsabilidad como forma de liberación para el sujeto.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS


ALTHUSSER, L. (1995). El porvernir es largo. Barcelona: Ediciones Destino.


FOUCAULT, M. (2005). El poder psiquiátrico. Madrid: Akal Universitaria.


FOUCAULT, M. (2006). Historia de la locura en la época clásica. Madrid: Fondo de cultura económica de España.


GROS, F. Michel Foucault. 2007. Buenos Aires: Amorrortu.


ROUDINESCO, E. (1995). Jacques Lacan. Esbozo de una vida, historia de un sistema de pensamiento. Barcelona: Anagrama.


THUILLIER, J. (1981). El nuevo rostro de la locura. Una revolución psiquiátrica. Barcelona: Planeta.