La práctica lacaniana en instituciones I

Otra manera de trabajar con niños y jóvenes

Daniel Roy, Bruno de Halleux, Bernard Seynhaeve, Philippe Lacadée.

Vilma Coccoz (compiladora). Grama Ediciones, 2014, 234 págs.


Rubén Touriño. Psiquiatra

Barcelona


Cómo hablar con un sujeto, cómo situarse para hacer posible un encuentro, no es algo que venga dado; porque conversar con otro y que este responda, no deja de ser algo sorprendente. Y cuando ese otro tiene una relación particular con la lengua que hace obstáculo al lazo social, aún es más sorprendente que consienta en dirigirse a aquel que le interpela, cuando no directamente lo rehúye.


En las jornadas en las que se exponen casos y viñetas clínicas, el encuentro con el paciente es algo a destacar siempre; aún recuerdo lo que se me presentó tras la redacción de un caso durante la residencia de psiquiatría: el paciente durante tiempo puede que no diera cuenta de su construcción delirante en cuanto tal vez yo no estaba dispuesto a escuchar lo que tenía que decir; quizás ese fue el primer control de una práctica con el que me encontré sin ir a buscarlo, pero que aún a día de hoy tengo presente y que ha permitido, entre sus efectos, abrir el interrogante hacia cómo hay que situarse con respecto a la transferencia en la psicosis.


Así, cómo conversar es algo que habría de resonar de modo particular si tenemos en cuenta el lugar subjetivo desde el cual cada uno habla y escucha, frente a reducir la lengua a un mero instrumento de comunicación, opción esta última que aboca al malentendido permanente.


“¿De qué manera hablar a aquellos cuya defensa es extrema, radical? ¿Cómo dialogar con los que no hablan, o con aquéllos para quienes las palabras pueden desencadenar efectos  desastrosos porque les despiertan agitación, violencia, mutismo? ¿Cómo dirigirse a quienes no responden a la demanda, o cuyas demandas son imperiosas, exigentes, perentorias?”. Casi nada. Serán éstas las preguntas que recorren los trabajos recopilados en este libro –contiene la selección de algunos textos preparatorios, las traducciones de las conferencias y la transcripción de los debates posteriores– con motivo de un ciclo de jornadas organizadas por el Nuevo Centro de Estudios de Psicoanálisis (NUCEP-Instituto del Campo Freudiano) y el Espacio Madrileño de Psicoanálisis con Niños (EMPN-Comunidad de Madrid de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis).


Así, entre 2012 y 2013, cuatro psicoanalistas acudieron para compartir y conversar sobre su práctica en instituciones orientadas a la atención clínica en la infancia; cuatro referentes de cuatro instituciones todas diferentes, si bien compartiendo la apuesta por la orientación lacaniana para guiarse en la atención. ¿qué ha implicado esta apuesta para quienes allí trabajan y los sujetos que atienden?


DANIEL ROY


Fundador y responsable durante años de una experiencia colectiva hacia el trabajo con bebés y sus cuidadores en orfanatos búlgaros. El nombre dado a dicho proyecto en un primer momento, Crecer Sin Padres, testimoniaba de un real al que se enfrentaban estos niños y se constituía en un rasgo al cual se devolvía toda su dignidad: “hemos reconocido en estos niños una responsabilidad, la de crecer sin padres, pero no sin nosotros, que los reconocemos de este modo”; así, se entraba a formar parte de una comunidad humana que acogía lo inadmisible y de este modo se abría también la posibilidad a que estos niños encontraran un lugar en la trama de una lengua portada por los miembros de esa comunidad: “cómo crecer sin padres pero no sin Otro”.


Como apunta Vilma Coccoz en la introducción, frente a los “criterios de admisión”, las leyes de la hospitalidad analítica proponen una manera de acoger a un sujeto y aquello que puede ser considerado inadmisible.


En los trabajos seleccionados para este volumen y en su conferencia que llevó por título La Institución, Una Serie de Encuentros, nos ofrece un recorrido por las coordenadas que orientarán la cura analítica en el niño.


BRUNO DE HALLEUX



La Antena 110 fue fundada en el año 1973 por Antonio Di Ciaccia, quien aprendió de los niños autistas y psicóticos allí acogidos para ofrecer un estilo de respuesta, una presencia, que aliviara al sujeto de tener que defenderse sin respiro de los efectos del lenguaje que los situaban como objeto de un Otro caprichoso, mortífero, persecutorio, apuntando en ese descanso a poder dedicarse a las actividades que resultaran de interés del niño, en cuanto podrían implicar una solución personal a cómo hacer con ese ser gozado que le hace sufrir. Se ofrecía así la posibilidad de hacer un lugar al sujeto, no ya en lo que respecta a un espacio geográfico donde estar, sino un lugar donde sus actos y enunciaciones fueran acogidos, ante la imposibilidad por el momento de un lazo social, y frente a la exclusión o la segregación que implicaban otros discursos asistenciales. Jacques Alain-Miller denominaría al modo de orientar la clínica que allí se inventó como “práctica entre varios”, siendo esos varios quienes tratan de aprehender lo que sucede para intentar apuntar a una regulación del goce que hace sufrir, justamente cuando algo aparentemente tan simple como dirigir una palabra podría encarnarlo.


Bruno de Halleux, actual director terapéutico de la Antena 110, recuerda las dos tesis que orientaron a Di Ciaccia: “la primera es ética: no juzgar al loco en términos de déficit ni de disociación  de funciones” otorgando un lugar al niño autista como sujeto de pleno derecho; la segunda: “la condición del sujeto depende de lo que sucede en el Otro”, lo que apunta a considerar el tratamiento de ese Otro, siendo la práctica entre varios “una práctica sobre la lengua”. Y a través de extraordinarias viñetas clínicas, da cuenta también de su lugar como director, que no es el del “amo del saber, ni director de organización del centro, ni responsable médico o financiero” sino “el saber hacer obstáculo al sentido” que atraviesa el discurso común agujereándolo y permitiendo tanto un lugar en el cual el niño en cuanto sujeto pueda enunciarse, como un vacío que permita relanzar el deseo de los que allí intervienen para mantener un trabajo siempre vivo frente a una rutina de procedimientos.


BERNARD SEYNHAEVE


El Courtil fue inaugurado en 1983 por Alexander Stevens bajo el deseo de “producir una institución que albergara en su interior tantas instituciones como sujetos la habitan”; para ello, se daría lugar a una institución incompleta, que frente a una deriva universal, eterna, todopoderosa, se presentará local, temporal, precaria1 dando la oportunidad de emerger y poder hacer con la singularidad de cada uno.


Bernard Seynhaeve –director del Courtil– en El Acto y el Tiempo de Entrada establece, en cuanto a la entrada de un niño en la institución, las diferencias entre la urgencia social y pedagógica, de la urgencia subjetiva; esto es, frente a la prisa por la cual es derivado allí por las instancias sociales o pedagógicas, la emergencia de una urgencia en el sujeto para ser acogido en la institución. En esta misma línea, también Bruno de Halleux  

  


1 FRANÇOIS-XAVIER FÉNÉROL. Institution du pas-tout. Ironik! Le Bulletin UFORCA pour L’Université Populaire Jacques-Lacan. Nº 13, febrero 2016. http://www.lacan-universite.fr/wpcontent/uploads/2016/02/3_-Institutions.pdf





recordaba que la entrada física de un niño en la institución puede no corresponderse con su entrada subjetiva, siendo necesario encontrar un consentimiento, el hallazgo de una pequeña puerta de entrada a ser franqueada. Como planteaba Daniel Roy en textos previos, “una puerta de su talla”, no en cuanto a la estatura, sino “una puerta que él mismo se talla con las herramientas que ha recibido y con aquellas de las que se ha dotado, en la trama de discursos que tejen su historia”.


Así, Bernard Seynhave expone con gran claridad a través de ejemplos clínicos lo indispensable que resulta que en el primer tiempo de admisión del niño tenga lugar un acto que abra un espacio en el cual el sujeto pueda inventar su solución a lo que le acontece; “un acto no resuelve siempre, pero sí cambia las coordenadas de la dificultad: se abre la puerta de una posibilidad”; sería éste un acto que subvertiría la demanda pedagógica y social (sin deslegitimarlas, pero descompletando dichos discursos) dando lugar a la posibilidad de que aparezca la demanda del propio sujeto que es allí colocado por las dificultades que se advirtieron en la escuela o en el hogar. Para ello, apunta, se requiere de un otro encarnado, que tenga un estatus del cual pueda hacer uso –esto es, un semblante– que le permita descompletar el discurso del amo por el cual es dirigido allí; lo mismo que es necesario “saber ignorar lo que uno sabe” en cuanto dejar sitio a que pueda elaborarse un nuevo saber, que aún no existe, y que el sujeto no vendrá a completar ni verificar. Es así como se apuesta por un saber a inventar, uno por uno, en la búsqueda de una manera más tolerable de existir.


En el texto de su conferencia El Padre del Cual Uno Se Sirve y la conversación posterior, resulta emocionante el modo en que B. Seynhaeve da cuenta de su llegada al Courtil y el encuentro contingente con el psicoanálisis, que lo llevaría a iniciar un recorrido analítico. Y vuelve sobre aquello que le permitió ejercer la función de director y que en un principio pensaba incompatible con el discurso analítico en cuando éste último  sería el reverso del discurso del amo. Su solución: consentir a inscribirse en el discurso amo –en tanto director– pero a cambio de saber que es semblante, y, como tal, servirse de él, justamente para poder subvertir a su vez dicho discurso del amo en cuanto “garantizar que la ley no sea la regla, es decir, mantener barrado al Otro, descompletándolo, agujereando su omnipotencia”, dejando así un hueco donde pueda advenir un saber singular del sujeto. Esa misma operación subversiva es la que justamente operaría en la acogida del niño como tiempo lógico que precedería a la transferencia.


En otro de los trabajos incluidos en este volumen, La Adolescencia en el Siglo del Objeto, desarrolla la tesis sostenida por Freud y Lacan según la cual la fragilidad subjetiva que encontramos en la adolescencia no se debe a una causa biológica sino a que somos seres hablantes; no es la pubertad per se la causa del malestar en la adolescencia –contrariamente a lo que tal vez se podría pensar– sino más bien el tratarse de un tiempo donde se vuelve a presentar el traumatismo del primer encuentro con el lenguaje en el origen de la vida, bajo la modalidad de que el discurso familiar del que se hacía uso en la infancia, los ideales familiares, fracasan para dar cuenta de lo real que se le presenta de nuevo. Justamente, el cómo hacer uso del lenguaje, es algo que para los humanos hace problema en todas las edades de la vida, al contrario de los animales: al no disponer de este órgano suplementario, el paso de la infancia a la edad adulta no sería una dificultad particular.


PHILIPPE LACADÉE


Presentándose su práctica “entre varios” en un hospital de día para adolescentes psicóticos, así como los encuentros con profesores conmovidos ante la dificultad para la transmisión de un saber desde su lugar en la escuela, retomará la clínica de la adolescencia a partir de las fugas y errancias que a veces se presentan, consideradas como textos a descifrar, a ser leídos, en oposición a la categoría de “problemas de comportamiento”,  tomando tanto ejemplos de la clínica como el hilo de la poesía de Rimbaud en el cual leer su empuje al desplazamiento.


Este libro transmite el deseo contagioso de quienes intervinieron en las jornadas que le dan título. Repleto de viñetas que transmiten una orientación en la clínica, subversiva frente a cualquier tipo de acomodamiento ante discursos terapéuticos totalitarios, rechazando la segregación y la exclusión de aquellos que se posicionan fuera del lazo social, invita a pensar la propia práctica y a discurrir la manera de hablar y decir frente a aquellos sujetos que nos despiertan tanto interés como dificultad en cuanto a cómo situarnos a su lado para intentar acompañarlos, uno por uno, en la búsqueda de una relación más benévola con el lenguaje.