¿Qué queda del padre?

La paternidad en la época hipermoderna

Massimo Recalcati. Xoroi Ediciones. 2015. 126 págs.


Ricardo Fandiño Pascual. Psicólogo Clínico

Presidente de ASEIA (Asociación para a Saúde Emocional na Infancia e Adolescencia)


La lectura del libro “¿Qué queda del padre?”, de Recalcati, es todo un estímulo intelectual para profundizar sobre la realidad social y clínica contemporánea. El padre que no es(tá) es un elemento determinante de nuestra sociedad hipermoderna, y son tantas las implicaciones del mismo que podemos seguir su rastro en la clínica, las instituciones, la familia, o las noticias diarias. Para aquellos que nos dedicamos de forma más específica a la clínica infanto-juvenil y que tratamos permanentemente con jóvenes y sus familias, resulta una lectura que genera interesantes aperturas y nos remite a una visión crítica pero esperanzadora del lugar del padre y del oficio de psicoterapeuta.


La paternidad es un constructo complejo que se caracteriza porque su ejercicio no tiene por qué estar ubicado en una sola figura, ni ser exclusivamente desempeñado por un hombre. Es una función afectiva, sociocultural, relativizada por los momentos históricos. Es también una función simbólica ejercida por el hombre, por el padre, pero también por la madre, por otros parientes, figuras significativas, grupos e instituciones.


Para Freud la figura paterna desarrolla cuatro funciones superpuestas y complementarias: el padre como modelo, el padre como objeto, el padre como auxiliar y el padre como rival. Lacan añade a las anteriores la función de corte que impide la fusión entre madre e hijo. Melanie Klein otorgó una mayor importancia a la figura paterna no solo como figura simbólica, sino también como figura real a través de su  presencia física, cálida y frecuente, desde etapas muy tempranas del desarrollo del niño.


En palabras de Recalcati la familia contemporánea "se muestra sin centro de gravedad, estratificada, desordenada, carente de núcleo y con tendencia a asumir las más diversas organizaciones". Vivimos un momento de rápidos cambios a nivel social y familiar, pasando de las familias tradicionales a las familias posibles. Estos cambios sucedidos en el contexto familiar, han generado nuevas dinámicas relacionales y la aparición de nuevos modelos y vínculos. Acompañando a estos cambios que se vienen dando en la configuración y funcionalidad de las familias, la presencia de las figuras parentales en la vida del niño es con frecuencia más difusa. En concreto la figura paterna se diluye.


Es cierto que históricamente ha sido frecuente que la figura paterna haya marcado su presencia en la familia desde la ausencia objetiva, más o menos prolongada, que provocaban el trabajo, la guerra o la emigración. Sin embargo esta “presencia ausente” no siempre ha tenido la misma repercusión simbólica y relacional.


La función paterna se ha transformado históricamente desde un ejercicio de poder absoluto, pasando por el patriarcalismo cristiano, hasta nuestros días donde se constata una paulatina disminución del “poder” de la figura paterna. Se puede pensar también que la función paterna en las sociedades occidentales ha ido repartiéndose en referentes de poder institucionales como la iglesia, el ejército, la universidad o el propio el estado. Pero en ese proceso y a día de hoy, cabría preguntarnos quien cumple realmente esa función paterna de referencia moral, autoridad, y límite, para nuestros niños y adolescentes. Quién ejerce la función paterna en un contexto social en el que la mayor parte de las instituciones de referencia están en cuestión en cuanto a su autoridad moral.


En palabras de Jerónimo Bellido, director del Instituto Wilhelm Reich-Europa, las ausencias de la figura paterna habrían dejado paso en la actualidad a toda una carencia con importantes implicaciones sociales. La familia contemporánea nos deja entonces preguntas como ¿Por qué los hombres quieren ser padres biológicos pero no quieren o no pueden cumplir la función parterna? De esta manera se establece una dicotomía entre el deseo y los ideales tal y como se construyen en nuestra sociedad. ¿Está la función paterna valorada?. ¿qué es la función paterna en la contemporaneidad? ¿De qué contenidos afectivos, educacionales, emocionales la llenamos?. ¿Cuál es la parte que pone el padre y cuál es la parte que pone el hijo? Preguntas para ser planteadas socialmente, pero también para ser exploradas a partir de nuestra propia vivencia personal y profesional.


Es en este contexto en el que debemos enmarcar el libro de Massimo Recalcati en el que reflexiona sobre la paternidad en la época hipermoderna, poniendo el acento en la contemporánea ruptura de la alianza entre la ley y el deseo, como consecuencia de la difuminación de la función simbólica de la paternidad. De esta forma se diluyen los límites y se dificulta la posibilidad de identificarse simbólicamente con un ideal, cuestiones ambas centrales en el periodo transitorio de la adolescencia.


Ante la constatación de esta realidad clínica y social Recalcati no nos propone una vuelta nostálgica al poder patriarcal omnímodo, ni tampoco abandonarse al principio de placer. Su propuesta sería la de reivindicar el padre como referencia ética a través de la cual se transmite el deseo de ser adulto. Un padre humano, ligado a la ley, que se presenta ante el hijo, no desde el lugar de lo que él llama “la angustia del rendimiento”, el eterno éxito, sino también desde la aceptación de lo fallido de uno mismo. En palabras del autor "Lo que queda es el padre como viviente, como encarnación singular del deseo en su alianza con la ley, testimonio particular de cómo se pueden 

mantener unidos ley y deseo".


Esto le llevará a la posterior teorización de “El Complejo de Telémaco”, donde recupera la figura del hijo de Ulises, que espera en la orilla la vuelta de un padre, que en su ausencia se instaura como referencia, como un faro que guía al hijo hacia la adultez a través de asunción de la responsabilidad sobre la propia vida.


Mantiene también Recalcati una actitud crítica con un sistema social en el que prima una continua necesidad de logro, combinada con un miedo absoluto al fracaso. De este modo el narcisismo de los padres, en juego en la exigencia social, se proyecta sobre los hijos que deben aparecer no solo como especiales, sino como excepcionales.


“La dificultad de acceso al deseo tiene ciertamente que ver con la hegemonía indiscutible del discurso capitalista y con la evaporación del padre que de ella deriva. Pero tiene también que ver con una ausencia de los adultos, con una caída de la diferencia generacional y de la responsabilidad que esta comporta”. Introduce de este modo Recalcati otro tema interesante, como es la importancia de asumir la separación y el conflicto entre generaciones. Es necesario aceptar que la relación padre-hijo es una relación conflictiva y asimétrica. Así la tendencia a la indiferenciación entre padres e hijos en sus modos de hablar, de gestionar el ocio, sus hábitos de consumo, su vestimenta, dificultarían la trasmisión de la herencia simbólica que permite al niño llegar a la adultez a través de la transición adolescente. De alguna forma el padre igualado al hijo adolescente, o el padre adolescente frente al hijo adolescente, se convierte en un referente irrelevante que en el juego especular de proyecciones tiende a debilitarse con el paso de los años, dejando al hijo abandonado a su suerte.


Otra de las grandes angustias de los padres hoy es lo que Recalcati llama "la exigencia de sentirse amados por sus hijos". 

Esta nueva exigencia la dinámica del reconocimiento paterno-filial y con ello la asimetría generacional. De este fenómeno se derivarían el exceso de sobreprotección en la relación con los hijos, a los que siempre hay que decir que sí, para evitar de este modo cualquier conflicto sobre el que se pudiera gestar el temido desamor.


Nos dice Winnicott que “la independencia no existe”. Esta realidad frustrante de la condición humana choca frontalmente con los ideales contemporáneos del individualismo y la realización frente al otro. Así la relación entre hijos y padres se desarrollará entre el rencor por el entrampamiento del conflicto dependencia-independencia y la esperanza de poder ir más allá del lugar de hijo para convertirse en un adulto.


Para volver al padre, sin caer en el riesgo de un retorno nostálgico al poder absoluto patriarcal, tenemos que recuperar un padre real, corporal, responsable de su proyecto de vida, de lo que hace y de lo que no hace, de sus aciertos y sus errores, que asume un lugar activo en su relación la propia historia vital. Es en palabras de Recalcati "un padre, que sabe encarnar en su propia existencia singular, la pasión del deseo, y precisamente porque la sabe encarnar, también puede transmitirla"


En el libro de Recalcati se ejemplifica esta paternidad hipermoderna reflexionando sobre las novelas “Patrimonio” de Philip Roth, y “La Carretera” de Cormac McCarthy, así como las películas de Clint Eastwood “Gran Torino” y “Million Dollar Baby”. Me ha servido la lectura del texto de Recalcati para revisitar estos libros y películas a la luz de la mirada del psicoanalista italiano.


El libro de Philip Roth aborda la relación entre el escritor y su padre, a partir del momento en que se conoce la enfermedad terminal que este padece. Este hecho, que enfrenta al autor a la proximidad de la ausencia del padre, es precisamente el que le permitirá tomar conciencia definitiva de su presencia en él. En  palabras de Recalcatti “Lo que el padre deja al hijo no es un testimonio ideal, porque el auténtico testimonio nunca lo es. (…) No hay testimonio posible sin memoria, no hay testimonio posible sin trabajo simbólico del duelo”. No hay nada más imperfecto que la memoria, y su memoria es lo que Roth hereda del padre, por eso afirma que el hombre está hecho de recuerdos. No en vano el oficio de Philip Roth es escritor, una actividad que se apoya en el arte de recordar.


“La carretera” de Cormac McCarthy narra la relación de un padre y un hijo en un mundo distópico en el que se ha perdido toda noción de ley. Es un mundo sin futuro y sin esperanza. Y en este contexto oscuro el padre aparece como un hombre real, presente, que se hace en permanencia cargo de su hijo. La paternidad del personaje de McCarthy no pasa por el simbolismo, sino por su realidad corporal. “Es únicamente a través del padre real que puede sobrevivir algo del padre simbólico” dice Recalcati. En un mundo en descomposición lo que queda del padre, a través de su presencia y su constancia, es la idea del porvenir como posibilidad. Es el padre que no se rinde, y en su lucha mantiene abierta la posibilidad de la vida señalando así el camino a su hijo.


En las dos películas de Clint Eastwood se aborda la paternidad más allá de la familiaridad y el vínculo de sangre. Los protagonistas de ambas películas son hombres que podríamos considerar fracasados en su función paterna respecto de los propios hijos. Es a través de la relación con otros jóvenes como desarrollarán ese rol dando un testimonio que permitirá a otros continuar el camino hacia la responsabilidad de la propia vida. En el caso de “Million Dollar Baby” a través del reconocimiento del deseo de la boxeadora que lo elige a él como referente, y no a otro. En el caso de “Gran Torino” aceptando ser el objeto de identificación simbólica que permite al niño constituirse como hombre.


Son algunos ejemplos en la cultura, de la inquietud que genera  la caída de los grandes ideales en un mundo caracterizado por la incertidumbre, y la necesidad de recoger el testimonio, la herencia, el deseo, para abrirnos camino en él.


Nos propone así esta obra de Recalcati, pequeña en extensión y grande en profundidad, no solo un análisis crítico de nuestra sociedad, sino una mirada clínica transversal a nuestra realidad. Y sobre todo un alegato sobre la posibilidad de conjugar ley y deseo en un padre contemporáneo radicalmente humano, referente, responsable de la propia vida imperfecta, a través del que surge la esperanza de un futuro mejor.