Psicofármacos que matan

y denegación organizada

Peter C. Gotszche. Libros del Lince. 2015. 424 págs.


Javier Carreño Villada. Psiquiatra. Piscoanalista

Vigo


Uno coge temeroso un libro con este título así de descarnado y libertario. Ojea las sinopsis previas y, entre aluviones de críticas despiadadas y vals interminables de alabanzas, los ecos antipsiquiátricos de hasta la victoria, siempre atraen y asustan al lector psiquiatra-psicólogo. Puede éste ser freudiano, lacaniano, psicodinámico, antipsiquiatra u organicista pero lee cauteloso y timorato con un ojo puesto en la última cena dispuesto a preguntarle al autor ¿seré yo señor? A medida que avanza la lectura se confirman ciertas ideas. Los antidepresivos anestesian, los ansiolíticos enganchan, los antipsicóticos atontan. Poco a poco Gotzsche deja caer otras perlas. El síndrome de retirada de los neurolépticos, los suicidios por ISRS y la corrupción más absoluta que recorre el negocio de los psicofármacos y de los psiquiatras que abanderan su cientificidad. “Espaldas plateadas” les llama. Y el diluvio no cesa. TDHA, tratamiento forzoso y detención involuntaria son vapuleados ante la trituradora intelectual de Gotzsche. Estudios y más estudios. Y estudios falsificados, estudios escondidos y de fondo el dinero que es tu dios les recrimina a Pfizer, AstraZeneca y demás. Todo es luz clarividente de la gigantesca mentira en la que desarrollamos nuestro trabajo. Pero cuando uno acaba el libro, extenuado y cuestionado también aparece la claridad de la clínica cotidiana para mostrarnos los oscuros de este libro.


Gotzche es médico y para él, las cosas son científicas y rebate con estudios todos los estudios, como se dice “siempre tiene el as para matar al tres”. Y está muy bien, es riguroso, impecable pero, en nuestra profesión, los estudios, las escalas, las guías científicas y los diagnósticos de manual no nos suelen aportar  más que un endeble soporte con el entendernos entre los colegas de profesión. Digamos que da un poco igual que un estudio me diga que la fluoxetina cura eso que llaman depresión y que otro me diga que con la fluoxetina se suicida la gente. Evidentemente tendremos más en cuenta esos estudios que no son rentables para una compañía farmacéutica pero tampoco podemos asegurar con certeza que cuando damos un medicación a alguien le condenamos a una muerte segura. Se olvida quizás Gotszche de que tenemos una psiquiatría a la altura de los tiempos en los que vivimos. Unos tiempos impulsivos, hipereficientes, de la felicidad obligatoria y de la drogadicción tutelada. Propone inocente Gotszche una psicoterapia en general, un cuidado, un uso de la palabra del médico amo. Es ahí, en esos oscuros, donde tenemos los psiquiatras y psicólogos algo que decir. Es ahí donde resolvemos, sin panfletos ni exordios, una propuesta para dibujar el marco de nuestra profesión. Y no es tan difícil, simplemente ataviados con la psicopatología más clásica, el psicoanálisis o las diferentes corrientes psicoterapéuticas trabajamos a diario con una manera de hacer con la palabra y a veces con el fármaco. Y es que ningún estudio te dice cómo ni cuándo ni a quién ni en que momento tienes que realizar cierta intervención socio-familiar. No explica lo imprescindible de esa palabra adecuada o el uso de esa pastilla para esa persona en esa situación. Ningún estudio nos dice ni nos dirá qué podemos hacer para ayudar resolver el drama que supone ser humanos.